16 abr 2014

Comenzamos este viaje hace dieciocho años. A través de una serie de circunstancias, nos encontramos en una situación que nunca hubiéramos podido predecir. El sistema nos había fallado y habíamos sacado a nuestro hijo mayor de la escuela pública.

Los años siguientes han sido llenos de baches y bendecidos. Algunos de los baches han sido más como enormes montañas, aparentemente insuperables. Algunos días han sido demasiado cortos y otros demasiado largos. Pero las bendiciones han sido más de lo que podría haber imaginado.

Estoy oficialmente listo para confesar lo siguiente:

1. Soy adicto. Este viaje me ha dado un asiento de primera fila para la obra de Dios. Os digo que he visto milagros. He experimentado milagros. He llegado a conocer a Dios, no sólo saber acerca de Él. A través de este viaje, Dios se ha vuelto real para mí. Se ha vuelto real para mis hijos. Puedo verlo todos los días, en cosas pequeñas y en cosas grandes. Él está aquí con nosotros todos los días y durante todo el día. Sabemos que lo necesitamos, y Él se gloría en nuestra necesidad de Él.

2. Estoy agradecido. No quería educar en casa a mis hijos. Me burlé de la educación en el hogar y de los educadores en el hogar. No fui amable ni amable. No entendí, así que critiqué. Ahora estoy tan agradecida de que Dios orquestó las circunstancias que nos llevaron a tomar la decisión de educar en casa. Su atracción hacia la educación en el hogar fue Su atracción hacia una mayor relación con Él mismo. Aquí en este camino, que ha sido solitario y en el que muchas veces hemos sido incomprendidos, Él siempre ha estado cerca. Él nos ha dirigido, alentado y fortalecido a lo largo del camino.

3. No soy perfecto. Si no sabía esto antes de hoy, lo sé ahora. En muchos sentidos, pensé que lo tenía todo bien antes de que empezáramos la educación en el hogar. Realmente lo hice. Tenía un plan, del cual yo era el centro. Como la mayoría de nosotros, sabía que era imperfecto, pero trabajé diligentemente para evitar enfrentar o lidiar con ese hecho. Esconder y negar mis insuficiencias dominaba mis acciones. Mantener una ilusión era el enfoque. Ahora sé que mis imperfecciones son donde Dios se muestra más poderoso, y ya no tengo miedo. Mis imperfecciones y debilidades son ahora donde Él puede mostrar Su fuerza.

4. No lo tengo todo resuelto. Cuando empezamos, pensé que resolverlo todo era el objetivo. Pensé que planearía el método educativo ideal (incluido el plan de estudios) para todos los niños y luego simplemente trabajaría en el plan. No tomé en cuenta que mis hijos son individuos. Quería una fórmula. Había muchos a la venta. Pero no funcionaron. Ahora sé que la educación en el hogar es un viaje de fe. No se trata de averiguarlo todo. Se trata de confiar en Dios y caminar por fe.

5. Tengo confianza. Mi confianza no está en un plan de estudios, un plan educativo o en mí mismo. No, mi confianza está exactamente donde Dios ha querido que esté todo el tiempo: en Él. Confío en su buena, agradable y perfecta voluntad. Confío en que puedo confiar en que Él seguirá siendo fiel. Confío en que Él tiene el control y que Él es soberano. Esta confianza significa que puedo relajarme y descansar en Él. No necesito entrar en pánico. ¡Él es fiel!

Soy una madre que educa en casa como tú. Cada día es un desafío. No importa cuánto planifique, las cosas suceden. Abundan los desafíos y obstáculos. Y, sin embargo, esto sé: "Él es poderoso para guardar lo que he cometido hasta ese día". rezo ese día se acerca rápidamente, pero hasta entonces, ¡elijo adorarlo y confiar en Él! ¡Él es Digno!

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