13 de agosto de 2014

¿Por qué alguien en su sano juicio educaría en casa a sus hijos? ¿Por qué una persona con una buena educación no trabajaría en un trabajo que paga? ¿Por qué un adulto prescindiría del cosas bonitas que el dinero puede comprar: las vacaciones divertidas, la ropa a la moda, el mejor automóvil? ¿Por qué una mamá se quedaría en casa todo el día (y la noche) preparándose, enseñando, calificando, planificando, estudiando, grabando, etc., en lugar de visitar, llamar y disfrutar de los amigos? ¿Por qué una persona dedicaría toda su vida a enseñar a sus propios hijos en lugar de dejar que alguien que es entrenado ¿hazlo? ¿Por qué una mujer que odia la ciencia enseñaría ciencia? ¿Por qué las colecciones de insectos y las disecciones de ranas estarían por toda la casa de una persona? ¿Por qué una persona que no entendió la literatura y la poesía antiguas en la universidad de repente sacaría algo de eso? ¿Por qué alguien con dieciséis años de educación y dos diplomas pensaría que tenía que aguantar quince (o dieciséis, al paso que vamos) años más de educación? ¿Por qué, pregunto, por qué?

¿Mi respuesta? ¡No tengo ni idea! Bueno, en realidad, lo hago. Sé que es porque Dios me guió a hacer esto. Dios me dio este trabajo. Él es mi jefe; Yo le respondo. Proporciona los materiales y textos necesarios; Él escucha cuando tengo preocupaciones con mis alumnos; Él guía las mismas palabras que salen de mi boca en mis lecciones; Me revisa y me deja saber lo que necesito corregir y me da palmaditas en la espalda cuando lo hago bien. Y Él me paga bien, no como el mundo ve un cheque de pago sino como lo ve el cielo.

Un día esta temporada terminará. Un día, demasiado pronto, mis hijos tendrán diplomas para verificar su arduo trabajo, y yo habré obtenido mi título de maestro, pero no tendré ningún diploma para demostrarlo. Un día me volveré a unir a la fuerza de trabajo que gana un cheque de pago (¡para que mis hijos puedan continuar su educación en una universidad!). Podré tener ropa nueva y comer fuera con más frecuencia. Dejaré mi trabajo al final de cada día y trabajaré solo en horas regulares. Sin embargo, cuando llegue ese día, extrañaré el arduo trabajo que este trabajo ha requerido de mí. Y miraré hacia atrás y sonreiré por todos los buenos momentos que pasamos juntos.

¿Por qué educar en casa? ¡Sólo Dios sabe! Pero estoy muy contenta de que Él me permita hacerlo.

¡Gracias Dios!

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